“Populismo estatista” es una expresión demasiado vaga para definir cualquiera de las variantes de la izquierda latinoamericana actual. ¿Qué es eso? ¿De qué estamos hablando? Es un variopinto abanico que, en su extremo vegetariano, se abre con el matrimonio Kirchner-Fernández, Tabaré Vázquez y Lula da Silva, y en su extremo carnívoro se cierra con las guerrillas narcoterroristas de las FARC y el ELN. Muy cerca de ellas, prestándoles diversas formas de complicidad, yacen los hermanos Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega.
En general, en América Latina es muy fácil identificar los miembros de esta compleja familia: todo lo que hay que hacer es remitirse al Foro de Sao Paulo, esa internacional fundada por Fidel Castro y Lula da Silva en 1990, en la que coinciden los grupos y partidos que comparten una cierta cosmovisión, y anotar la lista de sus miembros. Entre ellos están los partidos comunistas de todos los países latinoamericanos (comenzando por el de Cuba, que fue el que convocó a la primera reunión junto al Partido del Trabajo de Brasil), y luego el resto de los sospechosos habituales: los sandinistas nicaragüenses, el FMLN de El Salvador, URNG de Guatemala, el MIR chileno, el PRD mexicano, los tupamaros uruguayos, diversas formaciones trotskistas, y un largo etcétera de grupos y líderes radicales, la mayoría de ellos con un truculento pasado lleno de asesinatos y secuestros (también de sufrimientos y persecuciones), por lo que todas las noches, antes de acostarse, le ponen velas y le rezan a san Che Guevara, patrón tutelar de esta corriente ideológica.
¿Cuáles son las señas de identidad de esta tendencia política tan fuerte en América Latina? Anotemos diez rasgos, en mayor o menor medida compartidos por todos los miembros de ese vertiente. El orden de importancia, claro, variará de acuerdo con las características de cada sociedad en cuestión. No es lo mismo Brasil, un país capitalista, que Cuba, una de las naciones comunistas más estatizadas de la historia.
- Primera, el estatismo. Creen en que le corresponde al Estado ser el principal agente económico del país. Según ellos, es el Estado quien debe controlar la economía, planificar la zona que no controla de manera expresa, y convertirse directamente en el gran productor de bienes y servicios.
- Segunda, el asistencialismo. Creen que la principal función del Estado es redistribuir la renta, poniendo énfasis, naturalmente, en asignar distintas formas de dádivas o subsidios a las clases populares, masa cuyas simpatías políticas intentan concitar por este medio para convertirlas en la principal fuente de soporte y, en algunos casos, como sucede en Argentina, por ejemplo, en tropa de choque para defender violentamente las posiciones del gobierno.
- Tercera, el antiempresarialismo. En general, es una corriente enemiga de la empresa privada, a la que le imputa la existencia de la pobreza y la desigualdad en nuestras sociedades. El ciudadano emprendedor no es un factor social apreciable sino despreciable, que suele buscar su provecho y no el de la comunidad.
- Cuarta, el dirigismo antimercado. Suponen que les corresponde a los funcionarios y no al mercado decidir los precios y salarios, determinar qué y cuánto debe producirse, y quiénes y cuándo deben recibir esos bienes y servicios. Padecen, como sospechaba Hayek, de la fatal arrogancia de creer que conocen las necesidades de las personas y cómo satisfacerlas mejor que ellas mismas.
- Quinta, el antiamericanismo. Estados Unidos es la cabeza del imperio, como suelen decir, y el principal causante de la pobreza en el tercer mundo por los injustos términos de intercambio que impone en sus relaciones comerciales internacionales, por su pérfido apoyo a los elementos antipatrióticos nacionales y por supuesta intención de controlar el mundo para explotar sus riquezas naturales.
- Sexta, el nacionalismo cerrado. Siempre hay que sospechar de las intenciones del primer mundo desarrollado y capitalista. Sus gobiernos y sus empresas no tienen otra intención que el saqueo del tercer mundo. El desarrollo hay que hacerlo hacia dentro, con lo nuestro y para lo nuestro, apelando al proteccionismo.
- Séptima, el antioccidentalismo. América Latina no es parte de Occidente, sino su víctima. España, Portugal y el resto de los poderes imperiales europeos le impusieron a sangre y fuego su religión, sus valores y su sistema económico y político. Hay que buscar un modo original de solucionar nuestros problemas y no imitar modelos extranjerizantes: de ahí las terceras vías, el socialismo del siglo XXI y otros engendros similares.
- Octava, el indigenismo. Como consecuencia de lo anterior, América Latina debe reivindicar sus raíces precolombinas y retomar los valores de las civilizaciones indígenas liquidados por la influencia de los pueblos blancos europeos. Chávez ha llegado a defender la vuelta al trueque y la renuncia a la economía monetizada con gran regocijo de sus partidarios, especialmente de Evo Morales, que ve en esto una suerte de retorno al incanato.
- Novena, el antirrepublicanismo. Se unen en el rechazo a la idea de un Estado con poderes limitados por la constitución y por el equilibrio entre instituciones que comparten la autoridad para proteger los derechos individuales. Ése (como suponía Marx) les parece un diseño concebido para que la clase capitalista mantenga las riendas. Pugnan por echar las bases de un gobierno centralista dominado por un ejecutivo que controla el proceso legislativo y el judicial.
- Décima, el caudillismo. Rechazan la idea de la renovación democrática de las élites y la elección entre partidos de ideología variada. El poder ejecutivo lo ejerce, o debe ejercerlo, un líder iluminado que proteja los intereses de las grandes masas con el apoyo del ejército, mientras las instituciones del Estado son sólo una correa de transmisión de su voluntad omnímoda, y el método democrático una fórmula moldeable para legitimar la autoridad de un caudillo cuyo mandato no tiene fin porque así lo garantizan unas constituciones hechas adhoc. Fonte: Carlos Alberto Montaner - periodista y escritor . La conferencia El nuevo populismo totalitario, que se celebra en Ciudad de Panamá, 03/12/2008.
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